Translation for "bargueño" to french
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Pero seguía mirando al bargueño.
Il regarda encore le cabinet.
Entre dos de las ventanas de la biblioteca había un voluminoso bargueño florentino de caoba, con incrustaciones de marfil y lapislázuli.
Entre deux fenêtres se trouvait un grand cabinet florentin, en ébène incrusté d'ivoire et de lapis.
había consultado su reloj de pulsera comprobando que retrasaba el reloj enorme y barroco de pared con las armas de los marqueses de Heredia Spínola, que se repetían en toda la decoración del palacio, en los respaldos de las sillas y en los falsos bargueños renacentistas, en los frescos de los techos y en las campanas de las chimeneas;
il avait consulté sa montre en se rendant compte que retardait l’énorme pendule baroque aux armes des marquis de Heredia Spínola, répétées dans toute la décoration du palais, sur les dossiers des chaises, les faux cabinets Renaissance, les fresques des plafonds et les hottes des cheminées ;
A Pitt le costó creer que se encontraba en un barco anclado en pleno continente africano. Junto al enorme escritorio de madera noble, había en un espléndido bargueño del siglo xix, que albergaba un completo equipo de comunicaciones. La pieza estaba vacía así que Pitt no perdió un minuto.
Pendant un instant, Pitt eut du mal à croire qu’il était sur un bateau. Sur de longs rayonnages, derrière un immense bureau de bois blond, étaient exposées des poteries de cérémonie et des paniers tressés. Un système de communications complet était inséré dans un cabinet du XIXe siècle, appelé un trastero. La pièce était vide et Pitt ne perdit pas de temps.
Mientras la conducía por amplios pasillos llenos de atareados hombres y mujeres con uniformes de servicio —pusieron gran cuidado en no obstruir el paso de la noble, naturalmente— Alteima examinó disimuladamente las exquisitas colgaduras, los arcones y bargueños taraceados con marfil, los jarrones y cuencos repujados en oro y plata o de fina porcelana de los Marinos.
Tandis que Tallanvor la guidait dans des couloirs grouillant de domestiques des deux sexes qui couraient dans tous les sens – mais sans oser barrer le passage à une Haute Dame, bien entendu – Alteima étudia discrètement les riches tentures, les coffres et les cabinets incrustés d’ivoire, les coupes et les vases en or ou en argent et une impressionnante collection de porcelaines du Peuple de la Mer.
El Sol había publicado su foto unos días atrás, y don Francisco de Asís —contra su costumbre, porque él se definía como lector sempiterno de ABC— había comprado ese periódico y leído en voz alta a doña Cecilia la crónica de la charla de su yerno en la Residencia de Estudiantes, y luego había recortado la página y la había guardado en una de sus carpetas, en el bargueño imitación Renacimiento de su despacho.
El Sol avait publié sa photo quelques jours plus tôt et don Francisco de Asís – contre son habitude, parce qu’il se définissait lui-même comme un éternel lecteur de ABC – avait acheté ce journal et lu à haute voix pour doña Cecilia l’article sur la conférence de son gendre à la Résidence universitaire, puis il avait découpé la page et l’avait rangée dans un dossier, dans le cabinet pseudo-Renaissance de son bureau.
De un salón de grandes puertas entornadas (marcos dorados, maderas bruñidas en las que estaba tallado el escudo de los marqueses de Heredia Spínola) vino el sonido del cornetín que anunciaba en la radio los partes de la guerra y la gente vino de todas partes para congregarse alrededor de un aparato tan pomposo como los bargueños y los aparadores del palacio. Milicianos, secretarias, operarios que dejaron de trasladar cuadros y cajas de libros, músicos que interrumpieron su ensayo, unas muchachas medio vestidas con trajes de baile y pelucas del siglo XVIII.
D’un salon aux grandes portes entrouvertes (cadres dorés, bois cirés où étaient sculptées les armes des marquis de Heredia Spínola) provenait le bruit du clairon qui annonçait à la radio les informations sur la guerre et on accourait de toutes parts pour se rassembler autour d’un poste aussi majestueux que les cabinets Renaissance et les buffets du palais : miliciens, secrétaires, ouvriers cessant de transporter des tableaux et des caisses de livres, musiciens interrompant leur répétition, quelques filles à demi habillées de robes de bal et de perruques du dix-huitième siècle.
Qué raro haber aceptado uno mismo un lugar así, haberse resignado a él, haber dejado que se llenara de muebles tan ampulosos como las mismas dimensiones de la casa, como las balaustradas de mármol de los balcones o las cortinas o las alfombras, por no hablar de los testimonios del gusto depravado de don Francisco de Asís y doña Cecilia, de su pavorosa generosidad y su amor por los sucedáneos de antigüedades, o por las antigüedades directamente abominables, bargueños castellanos, el reloj de péndulo con su leyenda gótica en latín, el Cristo de Medinaceli con su tejadillo morisco y sus faroles diminutos de forja.
Comme c’était étrange d’avoir accepté lui-même un endroit comme celui-là, de s’y être résigné, de l’avoir laissé s’emplir de meubles pompeux comme les dimensions mêmes de l’appartement, comme les balustres en marbre des balcons ou les rideaux et les tapis, pour ne pas parler des témoignages du goût dépravé de don Francisco de Asís et de doña Cecilia, de leur terrifiante générosité et de leur amour des succédanés d’antiquités, ou des antiquités carrément abominables, les cabinets castillans à tiroirs, l’horloge à balancier avec sa devise latine en gothique, le Christ de Medinaceli avec son auvent mudéjar et ses minuscules lanternes en fer forgé.
Tan sólo le era infiel con el Abc que le enviaban desde Madrid en paquetones mensuales: poco le importaba a la marquesa enterarse de las noticias con retraso, prefería mil veces eso al vacío. Y más según estaban las cosas por España en los últimos tiempos, con tanto revuelo político y tanta sinrazón. Por eso también había invitado esa noche al corresponsal de su diario de cabecera, Fernández Arias, y ahí estaba el hombre tan satisfecho, charlando con unos y otros frente a un bargueño de taracea después de haberse quitado de encima a Máxima Osorio, la señora de la silla de ruedas, esa plasta de mujer que cada vez que lo pillaba por banda le insistía machacona para que comentara en sus crónicas sociales los avances de su ahijado como asistente del doctor Castroviejo, ambos presentes, y del que se decía que llevaba un carrerón espectacular.
Elle ne lui était infidèle que quand elle recevait l’Abc, envoyé depuis Madrid en gros colis mensuels. C’était du réchauffé mais la marquise s’en fichait, plutôt mille fois des nouvelles tardives que le vide, a fortiori avec toutes ces choses qui se passaient en Espagne, ces troubles politiques et toute cette folie. Pour cette raison, elle avait également convié le correspondant de son journal de chevet, Fernández Arias, et ce dernier était là, tout content, bavardant avec tout un chacun devant un meuble cabinet en bois incrusté. Il s’était enfin débarrassé de Máxima Osorio, la dame au fauteuil roulant. Chaque fois qu’elle le chopait, la vieille lui cassait les pieds avec son filleul, l’assistant du célèbre docteur Castroviejo, présents l’un et l’autre.
Pero no habría podido explicarle a su mujer que lo que más le enconaba contra su familia no era una discordia ideológica sino estética, la misma que mantenía silenciosamente contra la inagotable fealdad española de tantas cosas cotidianas, contra una especie de depravación nacional que ofendía más gravemente su sentido de la belleza que sus convicciones sobre la justicia: las cabezas de toros disecadas sobre los mostradores de las tabernas, los carteles taurinos con un rojo de pimentón y un amarillo de sucedáneo de azafrán, los sillones de tijera y los bargueños que imitaban el Renacimiento español, las muñecas vestidas de flamenca y con caracolillo sobre la frente que cerraban los ojos cuando se las echaba hacia atrás y los abrían como resucitadas cuando se las enderezaba, las sortijas con uña piedra cúbica, los dientes de oro en las bocas brutales de los potentados, los trágicos ataúdes blancos de los niños, las esquelas de niños muertos en el periódico —subió al Cielo, se reunió con los ángeles—, las molduras barrocas, las excrecencias labradas en granito en las fachadas groseras de los bancos, los percheros con cuernos o pezuñas de ciervos o de cabras monteses, los escudos heráldicos de apellidos comunes hechos en cerámica vidriada de Talavera, las esquelas mortuorias en el ABC y en El Debate, las fotos de cacerías del rey Alfonso XIII, hasta unos pocos días antes de su salida del país, indiferente o ciego a lo que sucedía a su alrededor, apoyado en su escopeta junto a la cabeza de un pobre ciervo derribado de un tiro, o bien erguido y jovial junto a una hecatombe de perdices o de faisanes o de liebres, rodeado de señoritos con trajes y polainas de caza y de servidores con gorras de pobres y alpargatas y sonrisas apocadas en las bocas sin dientes.
Mais il n’aurait pas pu expliquer à sa femme que ce qui l’exaspérait le plus dans sa famille, c’était une divergence non pas idéologique mais esthétique, la même qu’il entretenait silencieusement avec l’inépuisable laideur espagnole de tant de choses quotidiennes, avec une espèce de dépravation nationale qui blessait plus gravement son sens de la beauté que ses convictions sur la justice : les têtes de taureaux naturalisées au-dessus du comptoir des bistrots, les affiches de corridas avec leur rouge piment et leur jaune de succédané de safran, les fauteuils pliants à croisillons et les imitations de cabinets Renaissance espagnole, les poupées en habit de danseuse de flamenco avec un accroche-cœur sur le front, qui ferment les yeux quand on les couche et les rouvrent, comme ressuscitées, quand on les redresse, les bagues avec une pierre cubique, les dents en or dans la bouche effrayante des potentats, les tragiques cercueils blancs pour les enfants, l’annonce de leur décès dans les journaux – Il est monté au Ciel, il a retrouvé les anges –, les moulures baroques et les excroissances en granit sculpté sur les façades massives des banques, les portemanteaux avec des bois et des pattes de cerf ou de bouquetin, les armoiries de noms banals en céramique vernissée de Talavera, les annonces de décès dans ABC et dans El Debate, les photos de chasse du roi Alphonse XIII, très peu de temps avant son départ d’Espagne, indifférent ou aveugle à ce qui se passait autour de lui, appuyé sur son fusil à côté de la tête d’un pauvre cerf abattu d’une balle, ou bien redressé et jovial auprès d’une hécatombe de perdrix, de faisans ou de lièvres, entouré de fils de famille en costume et en guêtres de chasse et de serviteurs portant des casquettes de pauvres et des espadrilles, un sourire timide sur leur bouche édentée.
—Hardy se volvió hacia el número uno—. En aquel bargueño.
– Hardy se tourna vers le numéro un. – Dans ce petit meuble.
Devolvió la cajita china al bargueño, cerró la puerta y pasó a su dormitorio.
Il remit la boîte, ferma la porte du meuble et rentra dans sa chambre.
—Borracho. —Los labios fruncidos, el zángano abrió el bargueño y le dio la botella.
— Poivrot. Les lèvres serrées, le faux-bourdon ouvrit le petit meuble et lui tendit la bouteille.
Se encontró en el umbral de una pequeña habitación blanca amueblada sólo con una cama de hierro, un bargueño y dos sillas.
Il se trouvait sur le seuil d'une petite pièce blanche simplement meublée d'un lit de camp, d'un classeur et de deux chaises.
La llave, que apareció después de morir papá, y la cascada de botellas de coñac vacías que salió del bargueño indio cuando lo abrió.
Après la mort de son père, on avait retrouvé la clef du meuble et lorsqu’on ouvrit le bureau de Boule, toute une montagne de bouteilles de brandy vides s’écroula dans la pièce !
Sus primeros recuerdos se confundían con aquella suave luz dorada entre muebles de época, tallas y columnas barrocas, pesados bargueños de nogal, marfiles, tapices, porcelanas y cuadros de oscura pátina, desde los que personajes enlutados y graves contemplaron, años atrás, sus juegos infantiles.
Ses premiers souvenirs se confondaient avec cette douce lumière dorée qui jouait sur les meubles d’époque, les sculptures et les colonnes baroques, les lourds secrétaires de noyer, les marbres, les tapis, les porcelaines et les tableaux noircis par la patine du temps dont les graves personnages en deuil contemplaient, bien des années plus tôt, ses jeux d’enfant.
Se quedó largo rato mirando el vacío bargueño, luego lo cerró.
Pendant un long moment, il examina l’armoire vide, avant de refermer les battants.
los ojos examinaban el cuarto furtivamente. Se movió tambaleante hacia el bargueño; se detuvo a escuchar, y abrió las puertas. Miró adentro, dijo una palabrota.
il lançait des regards furtifs autour de lui. Il se dirigea d’un pas mal assuré vers l’armoire à liqueurs, s’immobilisa pour tendre l’oreille et ouvrit la double porte. Il regarda à l’intérieur, puis laissa échapper un juron.
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